lunes, enero 01, 2007

El impermeable de Marie


A veces siento que podría taparme de todo con un impermeable amarillo

—idéntico al de Hans Castorp

incluso del sol

de la gripa

de mi corazón roto que sostengo con un dedo

y de las cosas que me tienen inclinada en cada palabra que se niega a salir

(ah, pero también necesito de mi gorro

tejido y rojo)

—el sol me está pegando en las mejillas

(a mí me hubiera gustado tener los ojos verdes de mi papá)

(me la he pasado coleccionando cucharitas para café

que me robo de cualquier parte, incluso de la casa de mis amigos

nadie se da cuenta, las tengo como paliativo de la memoria)

—soy una obsesiva

Ayer fue año nuevo.

Ninguna sorpresa.

Ojalá ya no tuviera más años nuevos, no tolero estas fechas. Nadie se junta alrededor de mi abuelo a contar los últimos diez segundos, en una alegría que sólo podía entender porque los años me cabían en una mano y los segundos y la cuenta regresiva y el año nuevo lo recibía a gritos. Todos esos regalos eran perfectos, porque eran mágicos.

Me gustaría que los años nuevos fueran como el encuentro con una persona,

cuando aún no se sabe que esa persona que se tiene enfrente está a punto de cambiar nuestra vida, cuando no se sabe que esa persona será muy importante, que después ya todo será diferente desde las paletas de hielo hasta la construcción de una oración. Entonces no se sabe y no se conoce nada del destino, apenas hay un temor en la sonrisa y los días comienzan a tener un sentido y el reloj en la muñeca comienza a correr con otro ritmo, con otro respiro y cobra vida y adquiere un color a jazz.

Todo está impregnado de esas luces que entran por la ventana cuando es mediodía.

Traigo puesto un impermeable y sé que no lloverá aunque esté empapada de llanto.

(Ahora tengo que preparar un té, antes de que se meta el sol)

Fui a buscar su sombra al café de la Conchita.

Es primero de enero y estaba cerrado.

Tengo una idea, comenzaré a lavarme las manos con un recuerdo,

así intentaré gastarlos, uno por uno.

Se trata del jaboncito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mí hoy, antier fue año nuevo e igual que tú, nada nuevo, ni una sorpresa, me la pasé dormido, soprendido por una depresión que me cayó en los ojos. Me matan los recuerdos y la enorme flojera de estas fiestas que son siempre tan estudiadas, en las que todos se desean felicidades y "mis mejores deseos"..., yo no sé cuáles son los mejores deseos, ahorita, por ejemplo, mis mejores deseos serían nocturnales, algo vacíos de sentido, la espera de la nada, el vacío, y creo que si la gente supiera esto no querría que les diera mis "mejores deseos", todo es tan convencional, todo es tan ya uniformado que asusta pensar cuánto de hipocresía hay en todo esto. Aquí nadie se junto con nadie, como si cada quien estuviera en su lugar viendo pasar el día, el año, los minutos, los últimos diez segundos que son de hueva y que yo me quedé dormido porque no me importa si no estás tú en mi vida. No tuve que mandarte un mensaje, es cierto, ni hablarte por teléfono ¿para qué?, sólo dormí, dormí y cuando pasaron los minutos me desperté, le hablé a el Príncipe del Rap y al otro que siempre está huyendo de mi casa. No hablé con nadie ni tuve que festejar nada. Me quedé rumiando mi dolor. No fui a la Conchita, ni borré las sombras, ellas se me han aventajado en todos los aspectos. Me volví luego a quedar dormido. Me hubiera gustado tanto despertar hoy y saltarme el lunes primero porque todo es tan taciturno, tan soso, tan vacío que me volvió a dar sueño. Ya no dormí, no dormí porque tu recuerdo me asalta hasta en sueños. Me quedé haciendo dibujos apretados en un cuaderno que hoy tiré a la basura.

Anónimo dijo...

¿Sabes Marie?
Me encanta el cuadro que escogiste, es de Alfredo Castañeda, un pintor muy bueno, aunque sus temas son siempre con este personaje, que es como un retrato de él. Pero siempre es algo mágico. Hace años lo entrevisté en Cuernavaca para un periódico. Su hermano era muy amigo mío, y un buen escritor, no sé qué pasó con él, quizá se borró, como sombra en el día