Me gusta saber, por adentro de todo esto, que las promesas son tropiezos de las palabras. Estoy llena de pensamientos como caleidoscopios que no entiendo y se mezclan con mis sentimientos y estos minutos, inútil, me miro a mí misma, un poco espantada, quiero abrir los ojos mañana y saber que ese pizarroncito que me gané en la feria sigue teniendo mi firma y mi mensaje, porque el tiempo se consume, vale la pena, estoy a veinte metros de alcanzar el poema de rostro pintarrajeado, me da miedo, esto me sabe a vino tinto, me sabe a vinagre que me hace daño. Y la mujer sentada de enfrente con un granito en la punta de la nariz soy yo, de piernas cruzadas y entumidas, de anillos en los dedos que se hinchan por eso de las ocho de la noche, y ahora un café, la última verdad y a la cama.
Pero la cama me da pesadillas.
1 comentario:
Hola Marie, ay las pesadillas, yo constantemente tengo pesadillas, pero más que de susto, de corajes, de tristezas, lo bueno que he conseguido después de tantas es poder despertar, no seguir en ellas, y la realidad o vigilia me parece un lugar seguro, ese mismo que otras veces me resulta una pesadilla. Todo es relativo, Marie, hasta el café que tomas.
Publicar un comentario