jueves, febrero 08, 2007

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Me coloqué una mascada blanca en la cabeza como hace mi abuela para entrar a estos lugares, no entiendo por qué lo hice, sólo sabía que tenía que hacerlo, este acto es similar que la escritura, a veces sólo sé que tengo que escribirlo, y con la mascada se tiene la opción de morder las orillas cuando las lágrimas, cuando los rezos, cuando inexplicablemente todo vuelva a estar en silencio. Escondí el malestar con las manos cerradas, haciendo una cajita cerca de mi boca, es así, cuando se tiene mucho frío o cuando se tiene mucha pena, esa pena cubierta por el dolor. Crucé cuatro naves para llegar a ese sitio en donde una mujer de suéter rosa rezaba en voz alta. Y estas siluetas, formas que utiliza la voz cuando se arrodilla, cuando necesita sujetarse a lo incomprensible, es tan real ahí adentro, y entonces yo, ah, tantos suspiros, yo que necesito colocar en alguna parte una ausencia que arde por dentro, que está creando una huella honda en el alma. Estos susurros que no entiendo pero que trato de seguir, descifrando las últimas sílabas, repitiendo a veces. Estoy tratando de llegar a Dios en un tarareo, en una música que no entiendo y no me importa entender si existe un camino, si existe por lo menos un barranco en donde arrojar todo estas palabras que no llegan a ninguna parte, me arrodillo, me arrodillo. Estoy tratando de creer, porque si no mis pies se hunden en el absurdo, tal vez por tener las pestañas pegadas a deseos que no se cumplen, porque no se puede con la muerte, porque todo me aprieta el pecho cuando escribo la palabra muerte, porque él no regresará, nunca más, y nunca es una palabra difícil, nunca más. ¿En dónde queda la literatura cuando la realidad nos toca el hombro? ¿en dónde quedan, incluso estas palabras, cuando nada podrá regresar el tiempo? Y por qué, por qué, por qué, por qué. Porque ahora la medicina es colocar saliva detrás de las orejas y repetir en voz baja, sombra del señor San Pedro cúbreme de la impotencia, del enojo, de la tristeza, de la culpa. Sombra del señor San Pedro dame sabiduría para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Sombra del señor San Pedro

sombra del señor San Pedro

sombra del señor San Pedro

sombra del señor San Pedro

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Marie, es tan frágil la vida! la muerte es algo que vemos lejano y cuando nos damos cuenta que no lo es, cuando nos arrebata a un ser querido, cuando sabemos que un angelito se fue, cuando vemos con impotencia eso que mencionas, nunca lo volveré a ver, nunca escucharé mas su voz, se quedará solo en mis recuerdos, lo he vivido, nos negamos a aceptar, los negamos a vivir en esta nueva realidad, parece tan absurdo! me ha pasado que entonces prefiero dormir y soñar que nada ha cambiado, que todo sigue ahi, como debe ser, y cuando despierto, me doy cuenta de que no es verdad, de que la realidad es como una pesadilla, y entonces me aferro y le pido a Dios que me ayude a seguir viviendo con esto, porque creo que no lo puedo soportar, así es querida Marie que uno envejece, y valora cada minuto con los seres amados porque nos damos cuenta que tarde o temprano nos vamos a separar.

Anónimo dijo...

La sombra de san pedro.
Eso es lo que hace falta y nadie quiere y una ves estando es rechazado, porque la sombra que san pedro proyecta son espadas de luz, que curan o revientan, que a veces son dulces en la boca pero es amargo en el vientre, amargo como la muerte o en algunos momentos el amor o el desamor.
amargo para nosotros que nos quedamos aqui.
Atres

Anónimo dijo...

Leo lo que escribes, me llenas los ojos de llanto. Recuerdo esa oración porque me la enseñó mi madre. Me hace temblar, me hace sentir que es posible Dios, pero sólo eso, que es posible y eso no conforta ni da sosiego, ni hace que descanse la mente que gira y gira y gira obsesionadamente. Sigo aquí, en mi máquina, escribiendo y escribiendo nada, sólo dándole vueltas a las palabras, como en un tiovivo, lleno de dolor, tratando de asir lo inasible. Porque nadie podría haberlo pensado, nadie podría haber pensado que la muerte llega así, de pronto, en esa convocatoria que uno puede hacer, nadie podría haber descrito que la muerte llega sin preámbulos y que se aferra a tu cuello, con fuerza, con terquedad. Es cierto que todos habremos de morir pero lo que me sigue pareciendo desmedido, inasible, estúpido es que tengas que sobrevivir a los más jóvenes, los viejos no tenemos derecho a sobrevivir a los jóvenes, no, eso es inaudito, eso es terrible. Lo sé, quiero creer que así es. Quiero creer, necesito creer que nadie debe sobrevivir a su propia estirpe, que nadie puede romper el árbol genealógico, que las cosas deben ser como dicta la lógica, porque ahí se juega toda la cordura. Hoy escribo con ese dolor pegajoso que se queda ahí, agazapado, listo para saltarte a cada instante en el que la mente se descuida, y te asalta como rata hambrienta y te roe y te llena de mordiscos y de ruidos que se hacen como un grito enorme. Sombra del señor San Pedro, cúbreme, cúbreme de mí mismo

marisol ave dijo...

hola soy sol vivo en méxico D.f, y buenome salvo de un prlema que tuve en mi trabajo y bueno desde ahora soy devota estome paso hace una cemana y ps del susto que rtecivi con la preocupacion mi mamá me dio la oración de la sombra de san pedro y desde ahio soy devota hasta la fecha no me han mandado a llamar mis jefes y las personas que me levantaron intrigas se han calmado gracias a la oración