domingo, julio 01, 2007


Si yo hubiera sido Clarice,
si le hubiera dictado por encima de su hombro:
Amor predestinado por sus propios movimientos verdes, la esperanza sería la adrenalina que contiene su atracción de líneas verdes, cada una dirigiendo sentencias trémulas al tiempo, un andar que tiembla ante la mirada del otro y sigue un paso que está por borrarse. ¿Nosotros? Sí, también verdes en la esperanza; ese insecto que camina por nuestro interior como un sonámbulo, tropieza invisible en el trazo que elegimos día a día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si la esperanza pudiera colorearse no solo de verde, sino de amarillo, de violeta, de naranja de tantos colores, tal vez entenderiamos más porque es tan importante