Sí, dormí toda la tarde y cuando por fin abrí los ojos, recostada frente a la cama sólo necesito estirar un poco los dedos para mover la cortina y ver el cielo nublado, el frío en la nariz, la boca pastosa, pero sobre todo esa intuición del azar que me atraviesa los pensamientos, como si el siguiente paso fuera tirar los dados y elegir, tal vez sobre la misma estructura, pero otro movimiento, un movimiento puro escrito en mi libreta, pensado sólo para dibujar la tarde y el instante preciso de abrir los ojos. Las casualidades una vez más siendo la moneda real, lo verdadero en el camino. Hubiera podido leer un hexagrama si hubiera acercado mi aliento a la ventana, pero ya es mucho para mí estar siempre al borde de la ventana.
1 comentario:
Déjame decirte que uno sueña a todos sus fantasmas, y que es ahí donde el silencio deja caer su peso y que, finalmente, a veces leemos nuestros propios miedos. Sólo te recuerdo al loco de Turín que decía que el lenguaje -o para ser más precisos: la lengua- posee los elementos persuasivos que la retórica ha perfeccionado y ha introducido dentro de la misma para falsear siempre la realidad, esa realidad que siempre es múltiple, dinámica, plural, tan poco objetiva. El lenguaje miente para persuadir, lo llamado “objetivo”, aquello que decimos y apelamos a la verdad en el fondo miente, es insincero. Tenemos que reconocer “el engaño” como su objetivo. La dinámica de la vida desmiente al conocimiento “verdadero”, desenmascara al dogma. No hay más que opiniones, opiniones subjetivas. Quizá lo que no hemos aprendido es a descubrir en el lenguaje formas de conocer que pertenecen al movimiento del tiempo. La verdad no está en los exagramas, sino en nuestras emociones, en nuestros sueños que se desvanecen entre sombras
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