sábado, julio 03, 2010

Últimamente sólo quisiera ponerme a tejer. Tejer me ayuda para acomodar los puntos en mi cabeza. Mi maestra me dijo: “No, Idalia, estás entrando en la cadena equivocada” Y me deshizo todo el tejido, comencé de nuevo y volví a entrar en la cadena equivocada. Durante la clase me pasó más de cuatro veces. No sabía qué estaba haciendo mal al principio porque estoy haciendo cuadrados para hacer una bolsa con puros cuadraditos, pero había algo mal porque me estaban quedando redondos y me estaban quedando cada vez más grandes, uno me quedó como una estrella y se lo regalé a Elsa en forma de pulsera.

Es así: Los cuadros tienen que ser del mismo tamaño y hay que tejer igual de apretado o igual de flojo pero igual. A mí me salían unos más apretados que otros, unos más grandes otros más pequeños. Y cuando Ale, mi maestra, me deshizo todo se dio cuenta que estaba entrando en la cadena equivocada. Desde ayer siento que entro en la cadena equivocada. Me siento cansada. No quería escribir desde hace una semana, pero hoy me he puesto a escribir algo que será una historia. Y escribí en mi libreta: “cuando estoy triste me gusta comer helados, me gustaría comer siempre helados aunque haga frío”. Estar triste es estar en la cadena equivocada, cuando uno quiere un cuadrado y sale un pentágono y en una de esas hasta me salió una espiral. Ale dijo: ¡guau! hasta aprendo de tus errores no sabía que así se tejía una espiral.

El miércoles pasado fui a clase pero por la tarde, y cuando llegué estaba Ale sentada sola frente a la mesa. No llegó nadie más y pasamos una hora platicando sobre libros porque le gusta leer novelas de terror. A las cinco llegó otra compañera. No la conocía se llama Dulce y su marido tiene una fábrica de pegamentos, como tembló por la madrugada toda la clase fue sobre el recuerdo traumático que tiene mi maestra del terremoto del ochenta y cinco, Dulce también quedó traumada porque frente a su edificio vio cómo se derrumbó el edificio de enfrente y todo por la ventana era humo.

Desde que soy niña escucho las historias sobre el terremoto. Sé que yo tenía un año y estaba en mi cuna en casa de mi abuela Lupe. Mi mamá me cargó en brazos y fuimos a la calle. No pasó nada en esa colonia. Mi mamá tenía que recoger sus tesis de licenciatura y mi abuela no la dejó salir, pero Checo dijo que no había estado tan fuerte y dijo que mi abuela era una exagerada.

El miércoles estuvimos solamente nosotras. Sentí feo porque estoy segura que hay veces que nadie llega a la clase de tejido y como no hay que pagar una mensualidad me imaginé a Ale sentada en la mesa redonda esperando a alguna alumna, me entró ese sentimiento horrendo de querer abrazar a Ale y decirle que la quería, pero es tonto pensar así.

Hoy estoy en el comedor, me traje mi computadora y estoy aquí sentada frente a la sala y desde aquí escucho el ruido que hace el refrigerador… ese ruido y estar sola en el comedor me hace sentir que de nuevo estoy en la cadena equivocada. Estuve leyendo “El certificado” de Isaac Bashevis Singer. Me gusta bastante, pongo unas frases que subrayé en mi libro:

Pensé que debía lavarme las manos. Mi padre solía decir que durante el sueño desciende sobre las personas un espíritu maligno cuyo nombre es Jetuma, y que por eso debemos lavarnos las manos al levantarnos de dormir.

Aunque tenía mis dudas acerca de los dogmas religiosos, conservaba el hábito de la plegaria. Recé para que el pequeño cuarto sin ventanas aún no hubiese sido alquilado, recordando al mismo tiempo las palabras de la Gemará: aquel que reza para cambiar un suceso que ya ha ocurrido, reza en vano, pues ni siquiera Dios puede hacer que el tiempo retroceda.

Ayer comencé a leer “La carretera” pensé que sería seleccionado por #1libro el círculo de lectura organizado por Twitter. Pero no fue así. El libro ganador fue “1984” de Orwell y ese libro ya lo leí y lo leí bastante bien, así que no me dan ganas de leer cómo le devoran las ratas la cara a Julia, es una imagen que no quiero volver a leer porque ya me dejó traumada desde entonces. Pero como me vale seguir el protocolo dije, bueno pues leo “La carretera”. El principio es frío, gris, abrumador, oscuro, desesperanzador, es demasiado denso el ambiente de esa novela y como ayer estaba entrando en la cadena equivocada supuse que ese también sería un error, pensé, pues ya entré en “El certificado” y mejor ahí me quedo. La verdad fue tan potente el inicio de “La carretera” que todavía resuena una frase que está muy al principio: “Olvidamos lo que queremos recordar y recordamos lo que queremos olvidar”. Qué tremenda frase, lo último me dejó helada. Es demasiado fuerte: recordamos lo que queremos olvidar. Lo mala onda es que una recuerda esas cosas horrendas que quisiera olvidar que por lo general quedan afuera de la escritura y que esos recuerdos son como ratas comiendo la cara de Julia.

“El certificado” tiene sus cosas agradables, sus citas sobre Spinoza, sus descripciones de Polonia, su auténtico escenario de principios del siglo veinte, podría decir que es una novela amable, quizá todo lo quisiera recordar y al final terminaré olvidándolo. Y ya. No tengo ganas de leer cosas que me vayan a deprimir o me vayan a perturbar o me vayan a dejar imágenes que no podré quitar de mi cabeza. Soy una ama de casa tejiendo cuadritos por qué tendría que releer a Orwell. Me sonrío cuando escribo la frase: soy una ama de casa. Ayer me escribió mi editora para decirme que ya está casi terminado el libro de “Checo” y que necesitaba una semblanza mía. Yo quería poner: Actualmente me dedico a tejer y a leer novelas. Pero Alberto me dijo que pusiera: Actualmente me especializo en Historia del Arte. Y eso puse aunque la verdad no es esa: me especializo en cadenitas, macizos, ganchos del número 4.5 y escuchar historias de otras amas de casa consolidadas que van a tejer conmigo. Y escuchar a esas señoras hace mi día.

Antes de ponerme a escribir todo esto no tenía más ganas que decir: últimamente me la he pasado tejiendo. Poner la foto y publicar. Pero como el Blogger se tardaba en cargar la foto dije bueno escribiré algo mientras carga la foto. De pronto se me ha soltado la mano con todo esto. Y la verdad es que la mano me la ha soltado el gancho y no la literatura en estos últimos días. Tengo que confesar que la tarde estuvo triste, pero la noche junto con mi vodka en las rocas pinta muy bien. Ya no estoy sola en el comedor: hace un momento llegó Alberto con su computadora y se sentó a mi lado, si estoy entrando en la cadena equivocada al menos no estoy entrando sola.

Buenas días a mis amigas más queridas: Grace, Paola, Elsa, Zaida y Georgina.

Quiero publicar que con cada una comparto cosas diferentes y eso me gusta. A veces me sorprende saber que son lectoras de este humilde blog de chocoaventuras.

Por cierto si pueden escuchar el nuevo material de Grace les dejo su SoundCloud no es sólo porque yo la quiera mucho de verdad que es muy buena

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4 comentarios:

Idalia dijo...

hola Marie que bueno que escribas, sabes? esto del arte no solo tiene que ver con pintura sino tambièn con lo que tejes, asì que digamos fuera del arte no estas, es terapèutico eso de la tejida me han dicho y supongo que si, felicidades por tus espirales, cuadros y circulos tejidos.

Alberto Constante dijo...

Hace un rato escribía en mi Facebook que me gustaba mucho la vida cotidiana, que encontraba en ella todo eso que luego denominamos maravilloso. Me gusta todo lo que sucede en el día, incluso las cosas que a veces me molestan pero que, a final de cuentas, está ahí, como parte de eso que nos ayuda a construir un mundo. Justo eso es lo que veo que haces tú. Quizá por esto también adoro esa cotidianidad que me hace verte a mi lado, o yo a tu lado, como cuando tomamos una copa de vodka en las rocas, o una copa de vino argentino, y brindamos y nos reímos de las mil tonterías que suceden a diario. Sí, a veces es tan sencilla la vida...

Isabela dijo...

Me gustaria tomar clases de tejer y tejer; sabes de algo?

Saludos!!

Artemis dijo...

Aprendí a tejer...sólo bufandas.
Me ocupé en otras cosas, y aprendí a olvidar tejer.
Seguía ocupada de otras cosas y tejer ya no sabía.
Ahora quiero aprender para no olvidar que sabía tejer y que ya no recuerdo.


Verificación de la palabra:
phoniene