martes, agosto 04, 2015


El hombre con la sonrisa de 64 mil dólares, en el pico más alto del dólar, y con un lunar, perdón,  dos lunares, uno arriba y otro a un lado. Le gustan sus ojos, debajo de esas dos cejas. Le gusta también Fitzcarraldo, una película de 1982, cuya imagen más poderosa es la de un barco en medio de la montaña, cruzando a todo vapor, conquistando lo inútil. El individuo más perdido que he conocido lleva una cangurera de piel negra, lentes de pasta y en el Karaoke Sullivan siempre quiere cantar “tengo dos penes”. El hombre que escribe sobre Heidegger y que se va de vacaciones a la Habana, profesor de filosofía, lo conocen bien en la Facultad de Filosofía y Letras, le dieron la medalla por 35 años de mérito académico. La novela que está escribiendo el hombre, justo enfrente de mí, con una camiseta gris que tiene el retrato de un chico tocándose la cara, en pose de queja, es de una novela que se llama “Hacer el bien” de Matt Sumell. Una virgen blanca traída de la Basílica de Guadalupe en una peregrinación de un exnovio cristiano, tenía las manos rotas pero observaba todo lo que se hacía sobre la mesa. La mirada de doña Lilia por las mañanas cuando salgo a trabajar y le digo “Buenos días”. La portera de mi edificio siempre indignada por las personas que orinan en la azotea o en las escaleras del edificio. La mujer que sabe hablar el mejor inglés de la ciudad de México y sigue diciendo I cross my heart y cuya tesis sobre Victor Dubreil busca rescatar la antigua fábrica de Río Blanco. El hombre que hizo un libro con los dibujos de un amigo y que contiene frases como “ENTONCES ¿si? Porque no es un es namas un RATITO, ne, no creas que vas a ir tantito tiempo, si decides quedarte, allí te quedas”. María, la única M. de la historia, siempre viste de negro y podría ser la hija de Miguel Bosé: por las mañanas me dice “oli” y por las tardes me dice “ice ice baby”. El güero, lo conocí el jueves pasado, me compró una planta grande en la mueblería y pronunciaba “Albertine” en un francés superior. La novela por entregar, sólo en su primera parte tiene 45488 palabras, en la caja de texto eso equivalen a cerca de 450 páginas, esa novela es del hombre que alguien definió como el Maradona de las letras. La otra vez lo escuché decir: “nadie trabaja como yo y nadie se droga como yo”. Mi abuela se murió en el 2008, fue la primera persona en decirme “Idalita, eres obscena, eres obscena”. Lo dijo así: dos veces seguidas. No lo dijo para ofenderme, lo dijo para describir lo que tenía enfrente. La calle con más baches en la ciudad es Allende cuando se convierte en Bolívar.  ¿Se puede describir el fin de semana sólo por los rostros y calles que se atraviezan en mi vida?

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