lunes, marzo 05, 2007

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Esos sueños que se resisten a morir son como las fotos que demuestran que una luna llena puede caer al piso y ser el faro de un carro, o ser una luz más en la noche, pero no la luna llena, nunca la realidad visible. Necesito más que una fantasía sobre los hombros, necesito un té de arándano que me cure los riñones. Necesito creer de verdad que existe una luna y un sol incrustados en las jambas de la Conchita. Empujar cada deseo lo más que pueda. Dejar de inquietarme por el nuevo día. Me alegra poder escribir aunque sea tarde, pero no sé si estoy entendiendo ese juego del match point, en donde la red tiene la pelotita verde y todo es adentro o afuera, un lado o el otro, monedita de oro, las dos de la tarde, lunes, debería escribir más despacio, pero no se puede, no importa la conciencia si existe la curiosidad y hace que todas las cartas estén volteadas. Y la curiosidad me puede ahogar de ideas falsas, de historias que me invente, de falsas promesas, de palabras no dichas, de encuentros no realizados. Yo misma comienzo a temblar porque hay un malestar. Y no es el domingo, el malestar siempre es la ausencia de lo que se desea y no se tiene, por fin, necesito la ventana abierta, el frío sobre las manos, necesito irme a sentar a una banca y tener frío, porque así me siento viva, porque de alguna manera extraordinaria sé que estoy bien, me ahorro los escalones de la reflexión, estoy bien y no necesito un gatito enrollado en mi dedo para saberlo. Son cosas que se sienten, y ya, no se van aunque yo quiera que se vayan, se van ocultando dentro de mí como las nubes en las formas o las palabras en la retórica.

Naricita.