sábado, enero 05, 2008


No he dejado de pensar que existe un lugar a donde va la otredad. Hablo de esa parte que es capaz de desprenderse de cada persona y marchar hacia alguna parte. Antes de irme a dormir tuve de nuevo la imagen de Sumire. Desaparecida. Con la sensación de que no se escucha muy bien, como si tuviera agua en los oídos. Y así. Con los ojos abiertos a la oscuridad, veía el reflejo de luz en la cortina y pensé dos cosas. Levantarme y escribir. No lo hice. Porque en ese mismo instante lo olvidé, quiero decir, pensé ¿en dónde está mi otredad? Creo que la traigo en la cabeza, acomodada como unos lentes que se pusieron un instante ahí y que se buscan interminablemente. Sí, las dos Idalias están aquí, pegaditas. No quiero despegarlas. Al menos no como lo hizo Sumire, máscara de nieve, japonesita, inabordable.