miércoles, marzo 28, 2007

...


And if you get in trouble,

Just write and let mi know—

Ethel Waters


Cuando menos me doy cuenta estoy gozando de la felicidad. Es un estado en donde todo lo que me rodea es cómplice de este bienestar; una mano que me toca el cuello por detrás, y esa mano, el reconocimiento de ese calorcito que se acomoda por abajo del cuello de la blusa y me dice que todo está bien, todo está bien, no hay que escribir a nadie como Ethel Waters porque un abrazo embona perfecto con la palabra y el camino, los escalones que hay que bajar para llegar a la librería en donde venden libretas pequeñas, la mirada puesta en una libreta, bella porque está en blanco. Entonces sí es verdad la frase de Time is on my side. Y si yo hubiera comprado la libreta hubiera escrito en la primera hoja: Time is on my side. Yes it is!

Es tanto el goce que ni siquiera lo percibo, tal vez por la cercanía que hay con la paz. Pero hoy ha sido dejarme querer por las pequeñas cosas, quiero decir, todo estuvo perfecto, y comienzo a entender que esta felicidad llena mi corazón cuando desde un hombro voy cayendo al centro de seguridad, a ese límite imaginario que han colocado enfrente del espacio escultórico

y la mirada, los ojos delineados de café y mañanas dejan de ver el sueño, los barandales

gigantes precipicios a un paso de mí, a tres cabezas, a dos piernas que me llevan y

un círculo blanco bien podría encerrar mi alegría a las dos y media

aplazarse quince minutos, tal vez toda la tarde

el sol, el reflejo de mi rostro en unos lentes oscuros, la caminata al borde las piedras que a veces son hojas o son árboles pero siempre un ritual. Me siento realmente plena y sólo me doy cuenta de eso cuando han pasado unas horas y de pronto me descubro tranquila. Me sorprendo a mí misma inquieta porque despierto de esa felicidad, la voy abandonando poco a poco y los pensamientos comienzan su lento bostezo a las ocho de la noche, cuando creo que nada podría salir mal y esa mano en el cuello, aunque se ha ido alejando de mí, de alguna manera sigue tecleando mi nombre en la memoria, se acerca supersónica mientras estoy sola y escribo en mi cuarto.

Sí, la felicidad tiene formas extrañas de manifestarse, es como la sombra que produce una nube y me tiene a salvo por unos instantes, justo como el círculo blanco que promete seguridad, ahí en donde el tiempo ha decidido detenerse un poco, sólo un poco, como los son los besos y los bailes.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mi la felicidad tiene que ver con reconocerme como una persona valiosa, y sentirme bien conmigo misma, es sensacional, porque soy la única que estará conmigo hasta que muera.

Anónimo dijo...

Marie:
La felicidad, qué palabra tan difícil, que sensación tan extraña para saber reconocer cuándo somos felices. Los griegos, que eran muy brillantes y no eran modernos y no reconocía la felicidad con éxitos o cualquier estupidez semejante, decía de ella que era la eudaimonía que sin encontrar una buena traducción, podríamos decir que es el eudaimonion, o el buen destino. Destinar nuestra vida, destinar nuestro ser, quiere decir que construimos ese destino. No es algo que tengamos ya, es algo que tenemos que ir haciendo, día a día, construyendo nuestra existencia. Marie, hoy construyes tu vida y de tus elecciones supone tu destino, ese es el riesgo. Siempre incierto. Pero sé que será bueno, casi podría estar seguro.