Es tan difícil estar sólo mirando que las cosas marchen y que el tiempo vaya cayendo gota a gota como el grifo de nuestro infierno moderno, en donde la sala es vacía, enorme, nada pasa sólo caen las gotas, una a una, sólo se espera a que ocurra algo, pero nada ocurre. Dormí apretando la mandíbula y me duele masticar, me duele hablar. A veces me enfrento ante situaciones en las que soy una simple espectadora, y me agobio y me quiero comer el champiñón para poder entrar al roperito. Un poco así he estado este domingo. Nada puedo hacer. Luego, sin darme cuenta, estoy doblando las esquinas del libro que leo, a veces escribo en sus márgenes, escribo en el margen de las circunstancias, la historia es así, es como si de pronto pudiera tener el tiempo en las manos y lo que en realidad estoy doblando son las esquinas de mi ansiedad para que no me hagan daño, para que no me rocen. La incertidumbre a veces es como arrojar un libro contra la pared y dejarme caer a un lado, ese lado de la cama que huele a polvo y almohada y el conejo de las orejas largas se acomoda entre mi cabeza y lo que estoy sintiendo. Luego me levanto y voy a la ventana, pego mi nariz en el cristal y se hace un halo de mi respiración que es como una casita de acampar, ahí acampan un rato mis esperanzas, estoy casi segura que ese triangulito de mi aliento me hace sentir mejor cuando con mi dedo lo voy borrando, porque estoy bien, pero al mismo tiempo sólo estoy de este lado, mirando a través del círculo que formen mis dedos. Me vuelvo a la cama, me hago ovillo en una cobija.
Escuché cómo llovía, yo también lloré un rato hasta que caí dormida…
1 comentario:
Querida Marie, sólo puedo decirte que lo que escribiste me recordó mucho esto que acabo de leer:
“Las palabras son lágrimas que fueron escritas. Las lágrimas son palabras que necesitan salir a borbotones. Sin ellas, ninguna alegría tiene brillo, y ninguna tristeza tiene final. Por lo tanto, gracias por tus lágrimas.”
Adam Fethi
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