1
Quisiera
una colección de objetos hermosos pero inútiles.
Una
cabeza de dinosaurio pequeña de porcelana. Un tacón azul de plástico para una
Barbie. Un cuerno de vaca de plastilina. Una rosa pequeña con una gota de rocío
de silicón. Un WC blanco de cinco centímetros con asiento negro. Una cajita de
madera en donde cabe un anillo. Un pájaro peluche. Unas tijeritas para uñas. Un
pincel. Un cuaderno pautado. Un bigote de un gato. Una servilleta de la
sirenita. Un timbre con una muñeca matrioska. Una vela en forma de pera. Una
cinta para pegar con puntos dorados. Una cigarrera en forma de globo terráqueo.
Un frijolito rojo y viejo.
2
Cuando
era niña salíamos a dar la vuelta. Salíamos mi papá, Isolda y yo. Isolda en su
carriola. Dábamos una vuelta larga por la colonia. Pasábamos por enfrente de un
campo en donde jugaban football americano. Toda esa calle estaba llena de
árboles que dan frijolitos rojos, colorines.
Mi
papá y yo recogíamos todos los frijolitos.
Había
veces en que me hacía sostener la carriola para que pudiera alcanzar una vaina
de frijolitos.
Al
llegar poníamos todos los frijolitos en una copa grande y larga del Hard Rock
Café de Acapulco que nos habían regalado. En esa copa nadie nunca se había
servido agua o refresco, servía para poner clips o alfileres o cosas pequeñas
que no tenían otro lugar. Después sólo sirvió para poner frijolitos. Y cuando
se llenó la copa hubo que comprar otra copa, ahora del Hard Rock de la ciudad
de México, y seguir poniendo frijolitos rojos. ¿Qué haríamos con tantos
frijolitos? Le pregunté a mi papá.
Pues
haremos una cortina con todos ellos.
Y yo
pensé que era verdad, que esos frijolitos servirían para una cortina que algún
día tendríamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario