sábado, julio 13, 2013

1

Quisiera una colección de objetos hermosos pero inútiles.
Una cabeza de dinosaurio pequeña de porcelana. Un tacón azul de plástico para una Barbie. Un cuerno de vaca de plastilina. Una rosa pequeña con una gota de rocío de silicón. Un WC blanco de cinco centímetros con asiento negro. Una cajita de madera en donde cabe un anillo. Un pájaro peluche. Unas tijeritas para uñas. Un pincel. Un cuaderno pautado. Un bigote de un gato. Una servilleta de la sirenita. Un timbre con una muñeca matrioska. Una vela en forma de pera. Una cinta para pegar con puntos dorados. Una cigarrera en forma de globo terráqueo. Un frijolito rojo y viejo.


2

Cuando era niña salíamos a dar la vuelta. Salíamos mi papá, Isolda y yo. Isolda en su carriola. Dábamos una vuelta larga por la colonia. Pasábamos por enfrente de un campo en donde jugaban football americano. Toda esa calle estaba llena de árboles que dan frijolitos rojos, colorines.
Mi papá y yo recogíamos todos los frijolitos.
Había veces en que me hacía sostener la carriola para que pudiera alcanzar una vaina de frijolitos.
Al llegar poníamos todos los frijolitos en una copa grande y larga del Hard Rock Café de Acapulco que nos habían regalado. En esa copa nadie nunca se había servido agua o refresco, servía para poner clips o alfileres o cosas pequeñas que no tenían otro lugar. Después sólo sirvió para poner frijolitos. Y cuando se llenó la copa hubo que comprar otra copa, ahora del Hard Rock de la ciudad de México, y seguir poniendo frijolitos rojos. ¿Qué haríamos con tantos frijolitos? Le pregunté a mi papá.
Pues haremos una cortina con todos ellos.

Y yo pensé que era verdad, que esos frijolitos servirían para una cortina que algún día tendríamos.

No hay comentarios.: