lunes, junio 25, 2007

Retrato de la tarde


Cuando cedo a dormir lo que resta de la tarde, cuando cae el resto de la lluvia, el resto de los diálogos que se han quedado en algunos gestos tuyos. Me doy cuenta que se me ha olvidado por completo la alegría de un personaje de Dostoievski que me había dejado sin aliento, porque era una alegría que no expresaría a nadie, sólo la sentía corroerlo por completo mientras caminaba. De pronto pienso que así siento mi propia alegría, a nadie se la diría. Cómo puedo dejar a un lado el pensamiento de aquellas cosas que están flotando en ti, en el gesto de acomodar el paraguas verde en un rinconcito y sentarnos en el café, quitar algunas migajas del mantel, preparar un pan con mantequilla y ofrecérmelo para que lo coma. Casi estoy segura que hay en ti algo no dicho, algo que prefieres callar, o más bien se trata de una intuición que has hecho sólo por mirar de reojo a un lado, un silencio mientras piensas o no piensas, pero yo creo que me dirás algo, que estás pensando en mejor no decir nada, o tal vez sólo tienes sueño y te pregunto, qué piensas, y me dices que nada. Siento que entre dos o tres silencios, si acaso se pueden contar los silencios o sólo son, no incómodos, porque me gusta tenerlos ahí, silencios que abren tu perfil a lo desconocido por mí, siento que es cuando se me escapa eso que no me contarás, pero estoy acariciando tu brazo, y entonces busco entrar en ti, busco estar en ti al mismo tiempo que esperamos que el café esté un poco tibio para poderlo beber, tan sólo un instante, la espuma del café, tu barba, cómo entrecierras los ojos cuando vas a darle el primer sorbo al café, quizá en ese momento te has salvado de la semana y no lo sabes, quizá no, sólo es mi pensamiento, el tuyo está en otra parte aunque trates de ocultarlo. A veces resulta distinto estar sentada frente a ti, realmente pienso que me miras como a través de una celosía o que me observas o qué es lo que piensas en ese momento, me estudias, te lo pregunté, me dijiste que no, que sólo piensas las cosas que te digo. Tal vez todas las veces que estamos juntos trato de levantar tu propia persona, como si pudiera abrir una página y ahí buscar el fondo de tu ser, imagino que en donde hay agua, un camino de agua que se hace como un guiño tuyo, como quitar un pellejito del dedo y por ahí entrar, sumergirme en eso que eres tú, lo más profundo, lo que sólo a veces me muestras o me señalas las cosas que han sucedido como se señala una nube que es una figura o son las marcas y algunos dolores que ya no se curan, sólo se comparten, no lo sé, puntitos negros en el fondo, si acaso hay fondo. Otras veces sólo cierras los ojos con la esperanza de que todo cambie cuando los abras. Y al abrirlos, me preguntas si tienes los ojos rojos, yo te miro detenidamente, ahora que lo pienso más bien te iba a dar un beso con saliva y te dije que no los tenías rojos. De nuevo los cerraste y pensé, ahora que abra los ojos tendré las manos como una cajita con sorpresas, el problema es que no tenía ninguna sorpresa preparada, el problema es que abriste los ojos y sólo te pude sonreír como te sonrío cuando estás conmigo, sin cajita en las manos, sin chocolate ni mazapán ni carta, pero te sonreí porque es tan fácil ser feliz en ese momento, tan sencillo entregarse a ese pequeño instante, sin hacer preguntas, sin comentar nada más. Tenía el deseo de tenerte para siempre, con la imposibilidad de la palabra, y aunque pocas veces la entiendo, la creo verdadera en este momento que la escribo, cuando lo pensé en la tarde que tomamos café, también fue tan cierto todo, casi me hubiera llevado la mano a la boca, taparme la boca por la alegría, esa alegría con seguridad, nadie me la quitaría. Después, ya, es así el después; tan cercano al destino y a las cartas. Sueños sin rumbo, sin paradas, sólo ese tiempo en el tiempo que nos une.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tenía el deseo de tenerte para siempre, con la imposibilidad de la palabra" Magnífico Marie.Me quedo con esa frase que me ha encantado. Un abrazo

Anónimo dijo...

Vuelvo a estar a este lado del límite cuando leo lo que escribes, me imagino la situación del café y a cada sorbo del mismo pasa volando mi mundo, se va volviendo cada vez más diminuto. Para cuando llego al fin del café, soy casi un niño. Soy un niño horrorizado por la metamorfosis que se ha producido. ¿Qué me ha pasado, a mí, un hombre que lleva a rastras tantas historias ya? Sí, de repente cae sobre mí como un tornado... Sí, de pronto ésa es la pregunta candente: ¿Dónde estás tú cuando tomo un sorbo de café y me estás preguntando qué es lo que pienso? Al cabo de dos segundos me siento completamente desalentado, porque en realidad es cierto, a veces uno no piensa en nada, y no es que tengas la mente en blanco, no, es tan estúpido el pensamiento que si no fuera por este narcisismo tan agudo podríamos darnos cuenta de que sólo a veces, te lo digo en serio, sólo a veces pensamos. La mayor parte del tiempo reaccionamos, sólo eso. Reacionamos y entonces nos sentimos completamente perdidos, desolados, presas de la angustia y la desesperación más horribles. ¿Cómo es posible que de verdad en un abrir y cerrar de ojos todo un pasado se pueda marchitar? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? ¿Cuándo ocurrió?
Ahora estoy ahí, junto a ti, en silencio, viendo sin ver, sólo escuchando lo que tu voz narra, lo que el armazón de las palabras trama como historias que pronto serán recuerdos